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Ha sido un día intenso. Madrugamos para ir a la oficina (super barato el taxi por cierto). Una vez allí, nervios, mucho agobio, ya que nuestro principal miedo, el idioma, se plantaba institucionalmente en nuestra cara. Así fue, muchos problemas para entendernos, pero finalmente estoy en la residencia de Rozna Dolina, según me comentaron por España, una de las mejores. Voy para el Bloque VIII habitación 66, y aparece en escena mi compañero de piso, un esloveno, en cama y con un resaca que ni el tato. Fumador incansable, y super majete. Nos ha llevado a comer, a conocer la zona (polideportivo, supermercado, etc.), y más o menos nos entendemos en inglés. Eva (compañera de viaje) y yo, hemos dado un salto en el mismo día de “quiero irme a Madrid”, a “venga va que es el primer día y ya nos sentiremos mejor”.
He intentado hablar con otro estudiante esloveno, y al verme titubeando, me dice: “¿español no? Si hijo si, somos unos analfabetos, que le vamos a hacer. Todavía muchos trámites por hacer (bonos-comida, tarjeta estudiante, transporte, etc.), pero ya asentados. Estoy deseando ver a alguien hablar en castellano…